En la experiencia del vino, el olfato juega un papel central. Más allá del gusto, lo que realmente distingue un vino es su perfil aromático. Y es ahí donde entra en juego un fenómeno fascinante: la memoria olfativa.
¿Qué es este recuerdo activado por el aroma?
Es la capacidad que tiene nuestro cerebro para asociar olores con recuerdos.
Un mecanismo neurológico basado en la anatomía de nuestro sistema olfativo: a diferencia de otros sentidos, el olfato conecta directamente con el sistema límbico, una región cerebral involucrada en las emociones, la motivación y la memoria.
Por eso, un aroma puede desencadenar una reminiscencia del pasado de forma instantánea, sin necesidad de procesamiento racional previo.
A este tipo de evocación se le llama a menudo recuerdo involuntario, y tiene una carga emocional particularmente intensa.
Aplicado al vino: el caso del Albariño
En enología, las fragancias del vino se clasifican en primarios (propios de la variedad de uva), secundarios (provenientes del proceso de fermentación) y terciarios (desarrollados en la crianza o el envejecimiento).

Un vino tan aromático como el albariño
activa nuestras experiencias sensoriales.
El Albariño, una variedad característica de la D.O. Rías Baixas, presenta un perfil primario muy expresivo: notas florales, cítricas, frutales (manzana, pera, melocotón) y una distintiva mineralidad atlántica.
Este espectro aromático es especialmente eficaz para activar la memoria olfativa, ya que muchas de estas notas están ligadas a entornos naturales, comidas caseras o momentos familiares.
¿Por qué algunos vinos nos emocionan?
La explicación está en cómo el cerebro registra las experiencias olfativas. Cuando olemos algo nuevo en un contexto emocionalmente significativo (una celebración, un viaje, una comida especial), se genera una impronta sensorial muy fuerte.

Volver a oler un vino que asociamos con un buen recuerdo,
puede lllevarnos de vuelta a ese momento tan especial.
Años después, ese mismo aroma, si lo volvemos a encontrar en una copa de vino, puede reactivar el recuerdo con gran claridad.
Es decir, un vino comunica su origen, su uva o su elaboración, y también dialoga con nuestra historia personal.
Beber una, sobre todo uno tan aromáticamente expresivo como un Albariño, no es solo una experiencia sensorial, sino también una activación de la memoria emocional.
Por eso, hay vinos que no se olvidan: porque nos devuelven a lugares y momentos que creíamos lejanos.